Antonio Avilés: una visión de futuro para el lujo inmobiliario en Cantabria.
En esta entrevista publicada por Cantabria Económica, Antonio Avilés —fundador de Mikeli— comparte su mirada estratégica sobre el presente y el futuro del sector inmobiliario de alto nivel en Cantabria. Con una trayectoria consolidada y un profundo conocimiento del mercado, Avilés defiende el valor de las propiedades con historia, el papel de la arquitectura tradicional y la necesidad de posicionar la región como un referente internacional en lujo con identidad. Una conversación que revela cómo el prestigio no solo se construye con metros cuadrados, sino con autenticidad, visión y compromiso con el entorno.
Antonio Avilés, propietario de la agencia Mikeli, especializada en inmuebles de lujo, es un firme convencido de que
el patrimonio arquitectónico de Cantabria es un aliciente para la llegada de compradores muy especiales de todo el mundo, como ha ocurrido con la Toscana, pero considera imprescindible reforzar la imagen la región en el exterior y está promoviendo una asociación de empresarios vinculados a productos y servicios de lujo para impulsarla.
En Cantabria salen al mercado palacios históricos y casonas de grandes literatos.
¿El comprador valora esas circunstancias o le retrae suponer que su capacidad para hacer reformas será limitada?
ANTONIO AVILÉS. –Sin duda, el grado de protección patrimonial influye directamente en el interés del comprador. Muchos de estos inmuebles despiertan admiración por su valor cultural y arquitectónico, pero también generan cierta cautela. La normativa de conservación puede limitar las posibilidades de reforma, lo que para algunos perfiles supone un freno importante.
Este tipo de arquitectura forma parte del legado histórico de Cantabria, y deberíamos fomentar su preservación desde las instituciones, incluso mediante subvenciones específicas que faciliten su mantenimiento y rehabilitación. No
se trata solo de conservar fachadas o elementos decorativos, sino de adaptar estos espacios a las necesidades actuales sin perder su esencia. Y eso, inevitablemente, conlleva un coste elevado: trabajar con materiales originales como madera, teja o piedra antiguas requiere mano de obra especializada y soluciones técnicas complejas. Además, adaptar las acometidas de agua, luz o calefacción a estructuras centenarias puede ser un auténtico reto.
Por todo ello, la comercialización de estos inmuebles suele orientarse hacia proyectos turísticos —hoteles con encanto, casas rurales de alto nivel— que puedan rentabilizar la inversión. Sin embargo,
muchas veces el número limitado de habitaciones, junto con la rigidez estructural, hace que el modelo no sea viable
económicamente. En resumen, el valor simbólico y estético es indiscutible, pero la realidad técnica y financiera puede retraer a muchos compradores particulares.
¿Hay mercado para este tipo de productos?
A.A. –Sí, existe un mercado
para este tipo de inmuebles, aunque es reducido y especializado: personas con sensibilidad por el patrimonio, visión a
largo plazo y, en muchos casos, con un vínculo emocional o cultural con la región. También hay inversores que buscan diferenciarse apostando por proyectos singulares.
Quienes se embarcan en este tipo de proyectos suelen hacerlo movidos por una fuerte carga emocional y una visión romántica del inmueble.
Son construcciones que cuentan historias, que han sido testigos de épocas pasadas, y eso les confiere un valor intangible que no se encuentra en otro tipo de propiedades.
Personalmente, me fascina imaginar cómo se levantaron estas edificaciones con los medios de entonces: sin maquinaria moderna, con técnicas artesanales, y con una dedicación que hoy resulta casi impensable. Pensar en la ejecución de una casona o un palacio en el siglo XVIII, por ejemplo, es como asomarse a una obra de ingeniería y arte al mismo tiempo. Por eso, más allá de su viabilidad económica, estos proyectos tienen una dimensión cultural y emocional que los hace únicos.
El que fuera presidente de Volkswagen compró una casona histórica hace años.
Recientemente, un exvicepresidente de Coca Cola adquirió otra.
¿Es una oportunidad para vincular a la región a personalidades de todo el mundo?
A.A. –Ojalá lo fuera. Cantabria tiene todos los ingredientes para convertirse en un punto de encuentro para personalidades relevantes del mundo empresarial, cultural y artístico. La belleza de su paisaje, la autenticidad de sus pueblos, la riqueza de su patrimonio arquitectónico… todo ello configura una propuesta única que, bien gestionada, podría posicionarse al nivel de otras regiones europeas que ya lo han logrado, como la Toscana en
Italia, donde estuve recientemente y pude comprobar cómo se ha consolidado el vínculo entre territorio y prestigio.
La adquisición de casonas históricas por parte de figuras como las citadas no es casualidad. El comprador de este tipo de inmuebles suele ser alguien con una profunda sensibilidad por la arquitectura, la historia y el arte.
La solemnidad que desprende una casona blasonada, con su escudo, sus muros centenarios y su carga simbólica, no la iguala ninguna mansión moderna.
Para muchos, tener una casa solariega es como tener un trofeo vital: una recompensa que representa logros, gusto
refinado y conexión con lo auténtico.
En Mikeli hemos intermediado en numerosas operaciones de este tipo. Tal vez porque compartimos esa admiración por el patrimonio y sabemos transmitirlo. Como muchos saben, trabajamos con clientes muy diversos, entre ellos personas famosas, políticos de primer nivel y empresarios reconocidos internacionalmente. No podemos revelar
nombres, pero sí podemos decir que es un honor representarles y acompañarles en proyectos tan especiales.
Probablemente no sean los que más van a fijarse en los precios, pero
¿Todavía se pueden conseguir auténticos palacios en Cantabria a precios moderados, en comparación a lo que pueden costar en otros lugares?
A.A. –Aunque pueda parecer que ciertos compradores no se fijan en el precio, la realidad es que todos lo hacen.
Las gangas que antes se encontraban casi por azar ya no existen. Vivimos en una era en la que el mundo cabe en un móvil, y cualquier persona puede acceder a información sobre el valor de mercado de casi cualquier propiedad, en
cualquier parte del mundo. La transparencia ha cambiado las
reglas del juego.
En Mikeli hemos participado en operaciones muy relevantes, tanto en Cantabria como fuera de ella, y podemos afirmar que aún existen oportunidades interesantes. Por ejemplo, en Galicia hay alrededor de cien pazos en venta, además de muchos otros que permanecen abandonados.
Algunos de ellos tienen precios realmente atractivos, pero los sobrecostes de la rehabilitación y las restricciones patrimoniales hacen que muchos compradores los desestimen.
Un caso muy ilustrativo es el de Julio Iglesias, que ha adquirido un pazo en la aldea de Villarino, en Ourense. Esa operación podría haber tenido lugar perfectamente en Cantabria, que cuenta con inmuebles de igual o mayor valor histórico y arquitectónico. Pero para que eso ocurra, es necesario que la región se posicione estratégicamente, que se facilite la rehabilitación y que se comunique mejor el valor diferencial de estas propiedades.
En resumen, sí, todavía se pueden encontrar auténticos palacios en Cantabria a precios razonables si se comparan con otras regiones europeas. Pero, para que esas oportunidades se materialicen, hay que trabajar en reducir las barreras técnicas y administrativas, y en reforzar el relato de lo que significa vivir —o invertir— en una propiedad con alma, historia y carácter.
‘Lujo auténtico, no impostado’
¿Tenemos una oferta de lujo complementaria para este tipo de público?
A.A. –Sí, sin duda. Cantabria cuenta con una oferta de lujo sólida y en expansión, perfectamente capaz de atraer a un
público exigente y sofisticado.
Y desde Mikeli estamos trabajando intensamente para que la región se consolide como un referente del lujo en el norte de España.
Hace un siglo, veranear en Santander era sinónimo de exclusividad. La presencia de la Familia Real en El Sardinero y la construcción del Palacio de la Magdalena marcaron una época dorada en la que Cantabria era el epicentro del verano aristocrático. Esa herencia sigue viva, y es el momento de recuperarla y proyectarla hacia el futuro. Hoy contamos con excelentes infraestructuras, una gastronomía de altísimo nivel, entornos naturales privilegiados, campos de golf, puertos deportivos, hoteles boutique, y por supuesto, propiedades únicas como palacios, casonas y fincas con historia. Todo ello configura una oferta de lujo auténtico, no impostado, que combina elegancia, discreción y conexión con la naturaleza.
Desde Mikeli, estamos apostando muy fuerte por posicionar Cantabria como destino de lujo. No solo a través de la comercialización de inmuebles singulares, sino también liderando iniciativas que impulsen la marca Cantabria en el exterior. De hecho, estoy en proceso de crear una asociación que aglutine a empresarios de hostelería, moda, arte y servicios premium que compartan esta visión. Se trata de coordinar esfuerzos, generar sinergias y proyectar una imagen atractiva de lo que Cantabria puede ofrecer al mundo.